jueves, 14 de abril de 2011

Resistid al diablo y éste huirá

Quien pensó que siendo cristiano no tendría ningún tipo de problemas o que sería inmune a las tentaciones, se equivocó. El mismo Jesús nos advirtió que en el mundo tendríamos aflicciones y que de ninguna forma los problemas desaparecerían. Asimismo, es una realidad que siempre estamos siendo tentados mientras estemos en este mundo, ya que nuestra carne siempre resistirá al Espíritu.

Ante esto, ¿Qué será, entonces, de nuestras vidas? ¿Cómo podremos sobrellevar todo aquello? El apóstol Pedro nos enseña en el capítulo 5, versículo 8 de su primera Carta, que seamos sobrios y velemos, porque nuestro adversario el diablo, como león rugiente, anda alrededor buscando a quien devorar. Es evidente que enemigo está viendo la manera de hacernos caer y que nos sintamos derrotados.

Asimismo, Santiago señala en su epístola: “Someteos, pues, a Dios; resistid al diablo y huirá de vosotros”. Es decir, cuanto más dependamos y busquemos de Dios, nuestro espíritu estará lleno de la presencia de Dios y nuestra carne no nos dominará. Mucho tiene que ver la actitud que tomemos cada uno de nosotros, ya que es necesario que aprendamos a tener una disciplina en nuestras vidas y no nos dejemos vencer por el cansancio, flojera u otras prioridades que se presenten en nosotros.

Cuando la oración, ayuno y estudio de la Palabra se vuelven disciplinas espirituales determinantes en nuestras vidas, nuestro espíritu se alimenta y nuestra carne comienza a menguar; resistimos al diablo y éste huye. De esta manera aprendemos a tener un corazón perfecto conforme al corazón de Dios. Perfección hace referencia a integridad, un corazón apartado para Dios, dedicado y entregado a Él. En 2 Crónicas 26-.9 dice que los ojos del Señor contemplan toda la tierra, para mostrar su poder a favor de los que tienen corazón perfecto para con él. Seamos esos hombres que Dios está buscando, y aprendamos cada día a vivir de manera íntegra para el Señor, con un corazón apartado y rendido completamente a los pies de nuestro Redentor.

Una cosa tenemos que tener en claro, y es que siempre viviremos adversidades y que nos veremos enfrentado a situaciones que confrontarán nuestra fe e identidad; mas por encima de todo ello tenemos que estar y permanecer firmes en nuestro sustentador, Jesucristo, buscando que agradarle cada día, aprendiendo a depender completamente de Él. De esta manera, el enemigo huirá de nuestras vidas y el poder de Dios se manifestará sobre nuestras vidas sobrenaturalmente. Es posible, pues, todo lo podemos en Cristo que nos fortalece; todo por Él, en Él y para Él. Sin Él nada somos.

No hay comentarios:

Publicar un comentario